TU AUSENCIA ME LLENA DE DESEO

Ésta ausencia inmaculada llena mi carne de deseos, implorando lapidar tu soledad y la miseria que provocas cuando durante largas horas te miro.

No sé cómo se abrió este hueco vacío, donde misteriosamente cabes tú.

Quizás no debería volver a verte, pero tus ojos, acequias del cielo, pudieron hechizarme, ¡llevarme hacia ti! y perderme... ¡enloquecerme!, volviéndote tormento...

Que tristeza… me haces sentir sola, llena, vacía, tonta... ¡Viva!

¡Que Belleza! tu cuerpo, creación divina de quién sabe qué dioses… tu voz, afable falsete resonante en de mi piel, los poros… ¡tu sonrisa! cabida única de mi felicidad infame, han detenido mi alma sublimada y a veces deseo cortarme la yugular, despedazarme este cuerpo que no te merece.

Y mis lagrimas se secan... así como me canso de tu ausencia -ojala algún día desaparezca-,  porque está consumiéndome, llenándome de emociones que me ¡laceran! ¡Que me lastiman! ¡Que me excitan! ¡Que me aceleran! que lentamente absorben todo el arrojo que hay en mi, matándome. Y cuando te veo me siento tan endeble, delicada y… ¡yo, sufro! Por la sublime morbidez que te acompaña…

¡Que sinceridad derraman ahora mis entrañas! escupiendo discursos que debieron quedarse dentro, colmando de pestes mi corazón. ¿¡Habrás Muerto, sensible guerrero, cubierto de una armadura débil, de un sueño que se te escapa a través de mis manos!? Porque deberías morir, en el lecho que mis alegrías te han construido y mis pesares han maldecido.

¿Sabes qué no entiendo todavía tus expresiones?, no se mucho sobre las palabras que podrían manipularte hacia mi telaraña de pasiones, hacia una vida de hedonismo, ¡oh, ángel desvirtuado!, mírame que en este infierno tus alas encontrarán el lugar perfecto...

Y estamos separados de la vida que hoy nos une y sigo en mi infierno pudriéndome de amor… exclamándote, implorándote, buscándote en cada calle, en cada una de mis palabras... encontrando algo de ti en toda la gente, -¡que miserable!-.

Tu voz celestial, tus cabellos etéreos y tu quebranto, crean en ti una belleza sobrehumana convirtiéndome en angustia. Y te busco todos los días en todos los lugares posibles, me enloqueces, ¡oh, ángel, me enloqueces!, me torturas, me haces querer morir y morir, infinitamente…

Y estoy sola... ¡irremediablemente!

Sabes… querido ángel, mi alma sucumbió esperándote y derribado ya el vigor de mis ojos me hastié de mi cuerpo, quise arrancarlo con tus suaves manos y tus dedos de cuchillo, haciendo correr la sangre, -dulce leucemia has sido-.

Destiérrame ¡oh, ángel callado, de efímera libertad!, arráncame los labios y con firmeza tómame, haz en mi oscuridad la más lejana belleza.

Si lo prefieres, tan solo déjame admirarte como desahuciado que mira el amanecer antes de su muerte, déjame sentir la gélidez de tu cara sobre mi pecho, de tus labios sobre mi boca... Báilame, serpentéame... ámame por sobre todos los dioses, sobre las cosas que siempre te han parecido importantes, ámame por encima de tu madre, -aunque falacia fuere-.

Solamente ámame.

Y se me va la muerte como quien pasa corriendo esperando que no lo vean, se fueron los quejidos en el aire y también el sin fin de penumbras en que penetraste mis sueños y tomaste mis caderas como el espíritu celestial que eres, -¡que estupidez el querer amarte!-

Alma cruel, verdugo dócil, has martirizado mi espejo robándote de mi ser los años, mi pasión crece y la premura de mi deseo merecida bajo tus sabanas, bajo tu piel marchita de amores no correspondidos donde la soledad permanece y esta pasión absurda roída por las bestias más irracionales, más puras… han envejecido a causa de mis tristes manos, solo tuyas…

Justo ayer escuche un dolor descomunal, un grito, sangre negra y llena de odio, última esperanza de carne ya quemada… provenía de tus labios, de mi amor la morada. Mentira… ¡Mentí! ¡Mentiste! ¡Mentimos! En tu cama, en la oscuridad, al mundo… ¡Que Dios me perdone!, que el cielo jamás volverá a ser tu morada…

Pobre Ángel, llevado por la pasión le alcanzo el destierro. Me embriagaste la gloria de besos, mientras juntos blasfemamos, ahora pediré clemencia por ambos, que algún día nuestra separación será recuerdo.